martes, 19 de julio de 2011

PIIGSBFG sin, so, sobre, tras

¿Recuerdan que hace unas semanas les comenté que guardasen el plan de ajuste-recorte-poda que había aprobado Portugal a fin de irlo consultando porque iba a marcar tendencia?, pues ya lo tenemos: Italia. (Por cierto, en el país transalpino 8,3 millones de personas, el 13,6% de la población, tienen unos ingresos menores a 900 euros mensuales, son datos publicados por Le Monde el 15 de Julio). (Aquí pueden consultar datos sobre la pobreza en Italia).

Suben las contribuciones fiscales: para ingresar más, y baja el gasto público: para que el excedente crezca, a compensar con pagos de usuarios de ese gasto que se reduce. Nadie lo ha dicho así, pero la implicación que ese plan va a tener en Italia va a ser la misma que tuvo en Portugal el suyo, y en Grecia el que allí se está ejecutando, e idéntica a la que han tenido en España las medidas ya adoptadas y las que ineludiblemente vendrán: el empobrecimiento de la población.

A lo anterior hay que añadir otras dos cosas: 1) la caída que se generará en la renta disponible debido al aumento que se va a producir en el desempleo del factor trabajo: la productividad tenderá a crecer por lo que menos factor trabajo será necesario, junto a eso una caída en el salario provocada por el descenso en la demanda de trabajo, y 2) la práctica desaparición del crédito en cualquiera de sus formas, crédito que creaba en la población una sensación de riqueza al permitir el crédito acceder a un consumo creciente que no se correspondía con la mayoría de las realidades salariales de cada persona.

Menos renta, más exigencias fiscales, menos servicios cubiertos con gasto público. Esa situación tiene un nombre muy definido: empobrecimiento, es decir, retroceso en el estándar de vida (de la mayoría de la población, claro: en la Depresión hubo personas y familias que salieron de ella bastante más ricos de lo que entraron: recuerden: “Hay que comprar cuando la sangre corre por las calles”: barón de Rothschild).

Ya: si la población se empobrece el PIB se contrae, por ello la solución está en exportar: se exporta lo que la población no pude consumir porque se ha empobrecido; lo que sucede es que lo que para el país X son exportaciones para otros países son importaciones, es decir, para que alguien venda otros álguienes tienen que consumir, y esta situación de empobrecimiento va a ser generalizada, por lo que el consumo se contraerá en todas partes.

Por ello es imprescindible mejorar la competitividad reduciendo costes de producción lo que permitirá disminuir precios de venta. Para lograr eso hay tres caminos: incrementar la productividad, reducir precios de compra de los factores productivos y disminuir las figuras fiscales que, de una u otra manera, gravan el proceso productivo. Lo primero se obtiene a base de inversión, para conseguir lo segundo lo más rápido es bajar salarios, para lograr lo tercero hace falta que un lobby maneje los hilos convenientes.

Pero: la inversión está justificada cuando el valor de lo fabricado lo compensa; disminuir los precios a que los factores productivos son adquiridos básicamente pueden plantearlo las muy grandes compañías, y en cada momento existen límites infranqueables a no ser que se piense en el factor trabajo, pero en cada zona y en cada país existirá un límite salarial que será fijo; recurrir a lobbies es viable, bien para muy grandes empresas, bien para agrupaciones de empresas que tengan un peso específico importante.

Es decir, el empobrecimiento de la población no garantiza el salir de la situación negativa reinante en la economía que se está empobreciendo, ni garantiza el crecimiento, ni garantiza el pago de la deuda, lo único que garantiza es un mayor empobrecimiento en el período siguiente y la permanencia del país en un círculo de estancamiento y pobreza. Entonces, ¿por qué se está yendo por ese lado?.

Desde siempre el papel de la población ha sido el de ‘hacer’, recibiendo por eso que hacía lo mínimo indispensable para que se alimentasen a fin de que pudieran seguir haciéndolo. Con la II Revolución Industrial, al aumentar el excedente producido, comenzó a cambiar eso, cambio que se aceleró a medida que la productividad fue creciendo y el excedente más-que-creciendo; de hecho eso es el estado de bienestar en el que hemos estado inmersos desde hace medio siglo, pero esa situación está finalizando.

Los recursos son escasos y la productividad es susceptible que crezca hasta cotas no imaginadas hace una década, luego la población, hasta ahora imprescindible en su totalidad se convierte, una parte de la misma, en excedentaria; pero la población es capaz de seguir pagando, aunque menos, y de continuar produciendo, aunque una creciente menor parte de ella, por lo que el truco está en que pague hasta donde sea posible hacerle pagar, y que su número necesario contribuya a la producción en la cantidad y forma que sean precisas, adaptándose todo el puzzle al instante presente en cada momento.

En un escenario como ese, conceptos como ‘redistribución’, ‘progresividad’ y ‘empobrecimiento’ dejan de tener significado y afirmaciones como la del Ministro británico George Osborne en el sentido de que ‘los de abajo siempre son los más afectados en situaciones como esta’ alcanzan toda su dimensión. Partiendo de la base de que el tempo histórico no es propicio para las revoluciones, todo consistirá en suministrar a la población la mínimamente suficiente cantidad de bienes y servicios para que cumplan con su nuevo cometido.

Nuevo cometido que aunque con un decorado muy diferente, para una mayoría se asemejará al existente antes de que el sistema entrase en el estado de bienestar vivido en este medio siglo anterior: la población empobrecida haciendo aquello para lo que es precisa de la forma precisa y disponiendo de lo ‘preciso’.

¿La salida de la crisis?, pagada por la población. ¡Como si no!.La población produjo el boom a partir de los elementos a los que para ello se le dio acceso, y de tal boom se le permitió beneficiarse, pero una vez la continuidad del boom declina la población ha de acarrear con el coste del arreglo y, después, adoptar el nuevo rol que en el nuevo escenario -con el nuevo modelo-le tocará cumplir.

¿Portugal?, el primero de todos los que después vendrán.

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

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