Soy de los que piensa que los problemas deben ser afrontados en cuanto se detectan, siempre, todos, pero más este, y desde la vertiente que corresponda.
Hoy, en el planeta, pienso que el problema de la inmigración es económico en el 99,99% de los casos; tratar de verlo de otra forma es engañarse, y como suele suceder en este tipo de circunstancias, el tiempo no está de nuestro lado. Un ejemplo al respecto: España
El presidente de la República de Ecuador ha estado recientemente en España y ha expresado su inquietud por la situación en que se hallan y en la que pueden llegar a encontrarse ciudadanos del país debido a la combinación de dos fenómenos perversos: una elevada deuda hipotecaria (principalmente, aunque no sólo) en relación a unos bajos o muy bajos ingresos personales, algo que a cada día que pasa está afectando a un mayor número de residentes en España procedentes de diversos países, entre ellos de Ecuador.
Sucedió cuando ‘España iba bien’: se trajo a decenas de miles de inmigrantes para que construyeran pisos, para que limpiasen en hoteles, para que sirviesen en restaurantes, para que vendieran cervezas en chiringuitos de playa, inmigrantes que eran remunerados con unas menores cuantías que a trabajadores nacionales equivalentes, inmigrantes que tenían menos garantías legales que sus equivalentes españoles, inmigrantes que, en muchos casos, permanecían en España de forma ilegal; se les trajo porque eran necesarios, sólo por eso: por nada más, y por eso se permitió su permanencia.
La inmensa mayoría de esos inmigrantes eran pobres y procedían de países subdesarrollados (el ingeniero de sistemas sueco que está trabajando, como ingeniero, en la planta que Volkswagen tiene en Landaben es un inmigrante, con la ley en la mano lo es, pero en el día a día, ¿quién lo considera como tal?). Metieron las horas que les dijeron, donde les indicaron y en las condiciones que les marcaron, y no protestaron, y con la remuneración que les dieron consumieron lo que en su país muchos no habían podido soñar, y entre lo que consumieron había viviendas.
Ha sido la crónica de una muerte anunciada: incrustados en una sociedad consumista en un momento de hipercosumo, sus carencias llevaron a esas personas a una dinámica de compras en muchos casos masivas, compras financiadas por un crédito cuyo acceso les fue permitido, favorecido, e incentivado. Cuando los ingresos de muchas de esas personas han menguado debido a la caída de actividad de los sectores en los que mayormente fueron ocupados, sus impagos se han disparado lo que ha implicado un aumento de la precariedad de gran parte de esas personas. El Presidente de Ecuador, el Sr. Rafael Correa, ha expuesto esa situación de precariedad en la que se hallan numerosos miembros de la ciudadanía ecuatoriana inmigrada en España al tener que enfrentarse al desempleo y al impago de sus créditos. Tremendo, ya, pero, ¿quién o quiénes tienen la responsabilidad de ese desastre?.
Se trata de una situación muy simple pero, a la vez, muy compleja porque se están mentando razones y elementos que son extraeconómicos. Las ciudadanas y los ciudadanos ecuatorianos -por seguir con el ejemplo- que solicitaron créditos a entidades financieras españolas lo hicieron de forma libre, y libres de concedérselos, o no, eran las entidades que se los concedieron. En toda relación contractual debe suponerse que ambas partes conocen sus propias condiciones, y ha de suponerse que conocen los riesgos propios y de la otra parte. Y siempre ha de tenerse muy claro que en Economía, las deudas, alguien, de alguna manera, en alguna parte y en algún momento, las acabará pagando.
A partir de aquí se abre un abanico de posibilidades de gran complejidad que la actual situación de crisis complica exponencialmente. En el fondo, fondo, el problema se resume en una sola frase: el precio de la vivienda se está hundiendo y la oferta de inmuebles es infinitamente superior a la demanda: una de las razones últimas por la que en USA a personas sin casi recursos se les concedieron créditos hipotecarios entre el 2003 y el 2007 fue el supuesto de que el precio de la vivienda iba a continuar creciendo, por lo que no sólo era indiferente que los prestatarios satisficieran, o no, sus cuotas hipotecarias, sino que, durante el boom de la vivienda, casi, casi preferible era que no lo hiciesen. Pero esa situación no se está dando ahora ni, pienso, va a darse en décadas.
Al problema de la imposibilidad de devolver sus créditos se añade otro elemento: gran parte de la oferta de trabajo aportada por la inmigración recibida por España en estos pasados años ha dejado de ser necesaria y no es previsible que vaya a serlo en un futuro inmediato. A partir de aquí, la pregunta: ¿cómo van estas personas a hacer frente a sus deudas?.
(‘Reforma de las pensiones’: mi lectura: reducción de las pensiones medias debido a que la caída de la actividad provocada por la crisis sistémica que ha comenzado va a reducir los ingresos -para pagar pensiones-. ‘Alargar la edad de jubilación’: mi lectura: reducir el tiempo medio que, de media, un pensionista estará percibiendo su pensión -media- reducida por la reforma de las pensiones.
Se dice de alargar la edad de jubilación, pero el desempleo tiende al alza y las necesidades de factor trabajo a la baja. Los salarios tienden a vincularse con una productividad que las/los perceptoras/es de esos salarios no controlan. Si se sube la ‘cuota obrera de la seguridad social’ (lenguaje pretérito) la renta disponible decrece, y tampoco se aseguran las pensiones futuras, aunque su importe medio haya descendido: ¿alcanzarán los fondos disponibles para pagar a un montón de jubilados que puede que lleven desempleados desde años antes de su retiro?; ya: pueden volverse a rebajar los importes de las pensiones, y a quienes trabajan se les puede animar que no se jubilen, aunque seguramente percibirán un menor salario: su productividad puede descender.
¿Los jóvenes?. ¡Que crudo lo tienen!. Una creciente formación de un creciente número de sus integrantes, y una demanda de trabajo a la baja. Los mejores, los megacracks, ningún problema, pero hasta ahora se había dicho que todos tenían cabida en el sistema (¿de quién es la responsabilidad de que existan los ni-ni?), parece que ya no.
Pienso. Actividad en reducción, oferta de trabajo al alza, demanda de trabajo a la baja, salarios medios a la baja, ingresos totales de la seguridad social en descenso, al igual que las percepciones por desempleo. Es el declinar del modelo de protección social, sí, pero no sólo: es el estado de bienestar en el que se hallaba la economía: está finalizando).
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.
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