martes, 5 de octubre de 2010

Crisis inmobiliaria en Manhattan

Los fondos de control de la propiedad dejaron de pagar los créditos

11.200 pisos en Manhattan buscan nuevo dueño


En 2006 la burbuja inmobiliaria llegaba a su cénit en una ciudad ya predispuesta a lo excesos y se cerró la mayor operación inmobiliaria de la historia. Dos inversores, Tishman Speyer Properties y Blackrock, compraron a la aseguradora Metlife un complejo residencial, Stuyvesant Town-Peter Cooper Village, en el que se levantan 110 edificios con pisos de alquiler para familias de rentas medias. Pagaron 5.400 millones de dólares (unos 4.000 millones de euros). Su intención era hacer mejoras y elevar unas rentas sujetas a un régimen de "estabilización" por parte de las autoridades.

Quienes entonces vieron en aquella compra el principio del fin de las viviendas asequibles para familias de clase media y la evidencia de una especulación financiera con mal potencial, social y económico, tienen ahora razones para sentirse vindicados.

La crisis inmobiliaria y financiera se empezó a cruzar por el camino de este caro y polémico planteamiento. Primero, los dueños, ya recibieron un serio revés judicial por las subidas de los alquileres y su intento de desvincular de la protección oficial a los apartamentos. Luego vino la debacle. En enero, Tishman y Blackrock, cayeron en el mismo agujero que millones de propietarios en EE UU y se mostraron incapaces de pagar una hipoteca de 3.000 millones de dólares y unos créditos de 1.400 millones más que pidieron para hacerse con este pedazo de Manhattan.

A resultas de ello, el lunes estaba prevista la subasta de este lote de edificios en el que viven más de 25.000 personas. La subasta se pospuso hasta el día 13. Este retraso puede permitir a CW Capital Management, que representa a los tenedores de la deuda, a negociar con inversores para sellar el futuro de una propiedad que si no despierta el interés de nadie al precio de salida de 3.700 millones de dólares, como era previsible, terminará en las manos de este gestor. La última estimación coloca el valor en 1.800 millones.

Un lote con historia

La propiedad para la que ahora se busca dueño fue construida en los cuarenta por Metlife, que fue ayudada con generosos incentivos fiscales para facilitar el acceso a la vivienda a los veteranos de la II Guerra Mundial. Desde entonces han vivido en estas casas familias con ingresos medios, profesores, policías, vendedores de seguros, enfermeros, etc., que de otra manera no podrían haber mantenido su residencia en una isla con alquileres por las nubes. El destino de Stuyvesant Town-Peter Cooper Village y de unos inquilinos que siguen en el limbo podría negociarse en las próximas jornadas. Un par de fondos, Pershing Square Capital, dirigido por William Ackman, y Winthrop Realty Trust han querido llegar a un acuerdo con la asociación de vecinos para quedarse con una parte de la propiedad y permitir la conversión de estas casas en una suerte de cooperativas en la que los inquilinos puedan hacerse con la propiedad (si pueden) con descuento.

Ackman y sus socios compraron una parte pequeña de la deuda de Tishman en agosto para hacer valer su plan y han luchado, sin éxito, con los demás acreedores sacar adelante su propuesta. El viernes se reunieron con CW Capital después de ser rechazados previamente. Pero este gestor podría estar negociando también con otros inversores e inmobiliarias, una situación que no hace más que alargar este capítulo de las crónicas de la Gran Recesión.

La única alternativa es dar las llaves al acreedor

A finales de enero Tishman Speyer Properties y el fondo Blackrock dejaron de pagar su hipoteca sobre la mayor inversión inmobiliaria residencial en la historia. Aducían que la única "alternativa viable a la bancarrota era transferir el control y las operaciones, de forma ordenada, a los acreedores y sus representantes".

Estos dos gigantes de la inversión tienen una historia muy similar a la de muchos propietarios de EE UU que se han encontrado con que su propiedad les cuesta sobre el papel de su hipoteca más de lo que vale a precios de mercado y presionados por las circunstancias económicas optan por devolver la casa a los bancos.

Uno de cada cinco hipotecados hace frente a una hipoteca mucho más cara que el precio de su vivienda. La mayoría pertenecen a comunidades minoritarias (afroamericanos) o son personas de bajos ingresos a los que se les ofrecieron facilidades aparentes en los pagos. Algunos deciden salir de las propiedades sin esperar al embargo, algo que no les es muy costoso si no ha habido (como ha ocurrido mucho) pago de entrada. Ayer, el Pew Research Center hizo pública una encuesta en la que el 36% de los americanos opinaban que "abandonar" la propiedad podría ser aceptable dependiendo de las circunstancias.



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