Puede que el futuro de los tiburones de Wall Street sea una vida sin corbatas ni conexión permanente. Steve Rubenstein, de 42 años, y Rick Oscher, de 43 años, ambos traders, se distinguen del resto de inquilinos del Edificio Cipriani, en el número 55 de Wall Street, por su polo rosa, sus pantalones cortos de color azul y sus zapatillas de tenis. Y es que aunque sea lo contrario de lo que se piensa, el aire casual y relajado puede estar viculado a los que trabajan en el frenético templo de las finanzas. La vida de algunos traders de hoy en día así lo demuestra.
Steve y Rick son los fundadores de Briargate Trading, pero tienen un estilo de vida sui generis. La mayor parte de su trabajo se concentra en una media hora, la apertura y el cierre de los mercados.
En las horas intermedias, explican, los mercados están tranquilos y no tiene sentido pernanecer conectado a un ordenador y un teléfono. Su vida diaria "es una parábola en forma de U, con dos picos, uno al inicio y otro al final del día. En el medio, en esa fase en que el volumen de transacciones suele ser mucho menor, disfrutamos de la vida", explica Rubenstein a Il Sole 24 Ore.
Un día típico de un comerciante de las finanzas como ellos se resumiría más o menos así: levantarse a las 6:45, llevar a los niños, si los hubiere, al colegio, estar en la oficina a pleno rendimiento a las 8:30, cuadrar operaciones durante como mucho un par de horas y luego "si el clima lo permite, vamos a jugar al tenis en Central Park, generalmente con otros compañeros de Briargate. Si llueve, una buena opción es pasar un rato en alguno de los cines del Distrito financiero".
Así llega la hora del almuerzo, el momento de reunirse con otros compañeros, navegar por Internet, leer los periódicos o ir al gimnasio. "En temporadas como ésta, con un día tan bonito como hoy, es muy agradable subir a la azotea a leer un libro", afirma Rick. A las dos y media vuelven a sus puestos de combate, hasta el cierre del mercado, detalla el diario transalpino.
Antiguos esclavos de las horas extra
Su vida pasada, sin embargo, se asemeja a la de la mayoría de traders que siguen atados por la corbata, que no salen de la oficina y se consumen con el trabajo frenético, sin tener un horario específico. Así fue el día a día de Rick "durante 20 años", y el de Steve durante 15 años, en sus tiempos en las oficinas de Van der Moolen Holding, sociedad que a finales de 2007 vendió su división financiera al malogrado Lehman Brothers.
En 2008 la idea de Briargate, cuyo nombre es un anagrama de arbitraje, y la decisión de vivir de una forma diferente, arraigó con fuerza en sus mentes, fruto de las largas horas de despachismo absurdo.
Resulta complicado saber hasta qué punto son de momento un caso aislado. "Sin duda, la edad de la gente que juega al tenis en Central Park y en los campos cercanos es mucho mayor o mucho menor que la nuestra", bromea Rick. Sin embargo, la tendencia del mercado es concentrar cada vez más el trabajo en espacios de tiempo más reducidos.
Mucha actividad concentrada en pocas horas
Según un reciente informe de Thomson Reuters recogido por Il Sole, más de la mitad del trading diario se concentra en la hora inicial y final de la sesión. En agosto, el 58% del volumen diario se negoció en la primera y la última hora de la jornada, frente al 45% que se registró en esas mismas franjas en 2005.
Sin embargo, el pero es evidente: Rubenstein y Oscher son los fundadores de la empresa, y por tanto los dueños de sus horarios, no todo el mundo se puede permitir su vida relajada. Así, ellos mismos reconocen que son "afortunados". Mucho va a tener que cambiar el mundo para que el resto de trabajadores tenga la misma suerte.
fuente: www.eleconomista.com
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