miércoles, 7 de octubre de 2015

TPP, TTIP, UE (NiÑo BeCerra)

En mi libro ‘La Economía. Una Historia muy personal’ recojo y analizo una frase que vista cuando se pronunció podía sonar extraña: “La Unión Europea es el producto de las exigencias de grandes empresas que quieren un mercado grande”. Su autor es Werner Teufelsbauer, en el momento Director del gabinete de estudios de la Federación Austríaca de Cámaras de Comercio. (Cinco Días 07.01.1997). Y ahora dieciocho años después se firma el Trans-Pacific Partnership, y se está negociando el Transatlantic Trade and Investment Partnership.

Estos dos acuerdos han generado, y van a seguir generando, ríos de tinta, bits de información, y horas de imágenes recogiendo sus maravillas por parte de sus defensores y sus horrores por parte de sus detractores. Ambos acuerdos, y otros más que vendrán, van a tener ventajas e inconvenientes, y van a afectar a grupos sociales y a vidas individuales, pero por encima de eso hay algo inmutable: tanto el TPP como el TTIP son parte de la evolución de la dinámica histórica, es decir, ahora toca esto.

En el corto plazo esos acuerdos van a suponer un freno evidente a una guerra de divisas, algo ultrapeligroso e indeseable. Cierto: China no va estar … de entrada, pero por conveniencia de ella y de los demás a algún tipo de acuerdo tendrán que llegar, y China no llegará sola, sino con algún convenio ya firmado con Rusia. (Continúo pensando que Europa y Rusia deberían acercar posiciones ya que beneficiaría a ambas).

Pero es en el medio y largo plazo donde esos acuerdos adquieren verdadera importancia. Como consecuencia de la dinámica histórica el futuro es de las grandes corporaciones del mismo modo que desde el siglo XVII el futuro era sin los gremios y desde el XVIII lo era sin el artesanado. Puede gustar o no, pero la complejidad que ya está insinuando el futuro únicamente va a poder ser resuelta por una organización compleja, absolutamente global e hiperconectada. El TPP y el TTIP favorecen clara y decididamente a las corporaciones, y negarlo no tiene sentido. (Lo que habría que hacer, pienso, es diseñar compensaciones a los efectos que esos acuerdos van a tener, por ejemplo en las coberturas que las corporaciones farmacéuticas tendrán ante la competencia de genéricos).

Por otra parte, ambos acuerdos ‘atan el mercado’ de forma que definen áreas de influencia en un escenario de exceso de oferta y, a la vez, establecen líneas de coordinación para evitar que las corporaciones se dañen en roces competenciales que no van a tener ningún sentido.
Determinista, ¿verdad?. Es que la Historia lo es bastante.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

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