miércoles, 21 de octubre de 2015

Competititititititividad.

Esta historia, para no remontarnos más atrás, comienza en Junio del 2002, cuando la compañía Lear cerró su planta de Cervera; a partir de ahí se inició un rosario de liquidaciones y clausuras, hasta hoy: Autoliv no será la última.


Rebobinemos. En los años 60 empezó el establecimiento en España de la industria europea, algo de estadounidense y algo de japonesa porque establecerse en España era un chollo. Unos trabajadores que venían de una postguerra y de una autarquía con ansias de bienes básicos; una dictadura que prohibía el asociacionismo obrero y cualquier reclamación laboral; unos salarios bajísimos en comparación con los existentes en los países en los que estaban las sedes de quienes invertían; y unas facilidades totales en materia medioambiental y regulatoria. Y la inversión extranjera empezó a venir, y en concreto el automóvil y sus empresas auxiliares. Genial, ¿verdad?.
Sí, pero nadie vio o nadie quiso ver dos problemas que esa inversión iba a traer si no se empezaban a tomar medidas desde el mismo momento en que empezó a establecerse en España: la dependencia que implicaba que los centros de decisión de esas compañías se encontrasen en el exterior, y el hecho de que lo que en los años 60 y 70 era de altísimo valor añadido el paso del tiempo iba rebajarlo. Obviamente esas empresas se establecieron en zonas convenientes y con una cierta base industrial.
Los años fueron pasando, el franquismo hizo gala de sus Planes de Desarrollo y en la Transición y sus gobiernos la potencia industrial siguió más o menos igual. El primer aviso llegó con la reconversión industrial del primer Gobierno de Felipe González enmarcada en aquella frase del ministro del ramo que quedó para el recuerdo: ‘la mejor política industrial es la que no existe’. La reconversión se vendió como un peaje necesario para entrar en la CEE, y a los afectados se les pagó muy bien para evitar protestas y reclamaciones. Pero a partir de entonces, y aunque continuaron llegando inversiones desde el exterior, ya nada fue igual porque el modelo industrial vigente en el mundo apuntaba a la deslocalización del bajo valor, a la robotización del alto, a los salarios bajos, , a la productividad, a la organización flexible y adaptable, al stock cero, …. También para el recuerdo queda la revolución industrial que causaron los métodos de José Ignacio López de Arriortúa, Superlópez.
El problema industrial de España y en concreto de sus zonas más industriales empezó a verse en los 90. Excepto en Euskadi donde el Gobierno del lendakari Ardanza realizó una apuesta personal por la industria de alto valor añadido, en el resto del país se entró en una cadena de acostumbramiento, ayudas, aceptación de rebajas de condiciones laborales por parte de los sindicatos, y esperas de que mañana iba a ser mejor que hoy. Hasta que Lear dijo que todo aquello no era suficiente y se fue.
Autoliv ni siquiera ha sido la penúltima, ha sido una más; porque otras se van a ir, y entre otras su marcha va demostrar dos cosas. Una: que la tan cacareada Reforma Laboral sirve para lo que sirve, a quienes sirve, mientras sirve porque se dan las condiciones que la hacen servir, pero cuando eso deja de pasar … Y dos: que la demanda de trabajo depende de la necesidad que de trabajo tenga quien lo demanda no de devaluaciones internas impuestas con el miedo generado por un desempleo rampante. Porque la realidad es tozuda: por mucho que bajen los salarios en España nunca los salarios van a ser suficientemente bajos para competir con muchos otros países; y nunca un grupo de trabajadores, por muy eficientes que sean, van a ser lo eficiente que es un robot.
¿Qué puede esperar la industria española? Aquella puntera, que diseñe y aporte soluciones en campos necesarios, aquella que genere valor añadido, que sea flexible, adaptable, que esté integrada y que sepa integrarse, funcionará. La que fabrique cinturones de seguridad para automóviles pienso que lo tiene realmente mal.
¿La culpa? Pues de la evolución de la dinámica industrial si es que a ella se le puede echar la culpa de algo y de unos gobernantes de uno y otro color que, como buenos políticos, tan sólo han mirado el corto plazo. La mayoría de la industria en España lo tiene crudo, sí. Pero el lobo llega siempre se olvida que este tipo de cosas siempre vienen de atrás.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

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