sábado, 23 de mayo de 2015

Trabajo, productividad, robotización

No es la primera vez, ni será la última, que tratamos de la automatización de procesos productivos ni del impacto de la robotización en la mejora de la productividad, pero de un tiempo a esta parte están apareciendo datos objetivos, números, cantidades que cuantifican las consecuencias y los impactos de los robots en el mundo del trabajo. Sería una especie de continuación de la obra de Jeremy Rifkin ‘El fin del trabajo’.

Hace unos días tuve la oportunidad de poder ojear un informe elaborado por una consultora especializada en robótica. Es un informe plagado de advertencias que impide la divulgación de su contenido total o parcialmente por cualquier medio y en cualquier forma, advertencias que están redactadas de un modo que, pienso, hasta imposibilita, casi, citar su título. Bueno les dejo el título “Welcome To The Age of Automation”.
En ese informe hay gráficos y cuadros por doquier, pero hay uno especialmente representativo: muestra la evolución del coste medio de una unidad robótica desde 1999 y la evolución del coste salarial de la suma de dos salarios anuales de una compañía especializada en la manufactura por encargo de grandes producciones.
Hasta mediados del 2010 la unidad de coste de robot va evolucionando de forma oscilante dentro de un intervalo y la suma de los dos salarios anuales va creciendo de forma continuada, hasta que a partir del momento citado … ¡la suma de los dos salarios anuales supera al coste de la unidad robótica y cada vez esta se aleja más de aquella!. Nótese que ambas magnitudes son equivalentes: un robot trabaja 24 horas al día, lo que equivale a dos trabajadores durante dos años al tomarse normalmente esa unidad como el punto muerto de una inversión.
¿Qué significa eso? Pues exactamente lo que Uds. han deducido: la sustitución de personas por robots se irá extendiendo por una pura cuestión de coste. Y es imparable. Y se está produciendo en todas partes, no sólo en economías desarrolladas; y en todos los subsectores, no sólo en los de menos valor.
Bien. Observen el gráfico siguiente (siéntense para mirarlo). Recoge una estimación por países, para el 2025, de ahorro de costes laborales obtenido de la incorporación de robots industriales avanzados a los procesos productivos.


El caso de Corea es espectacular: el 33%: un dólar de cada tres. Japón va a la zaga. El caso de Canadá no sorprende por su reducida población y su elevado valor añadido, pero si el de USA: ¿cuánta población se va a convertir en excedente en el país?. Atiendan a China, y a Tailandia: economías emergentes. Y en Europa Polonia, que ya hoy está exportando factor trabajo. Y, bueno, nuevamente España da la nota: el 6% de ahorro sobre una media del 16%. ¿Qué significa eso?, pues que en el 2025 el PIB de España continuará teniendo mayoritariamente una estructura sustentada en el medio y bajo valor añadido que no justificará una robotización importante.
Y ese es el círculo vicioso malsano y destructivo. Para ganar competitividad es preciso reducir costes, y ello se consigue aumentando la productividad lo que se logra robotizando y reorganizando procesos productivos; pero eso lleva a sustituir personas por máquinas y reduce la demanda de trabajo, lo que lleva a que se produzcan excedentes de población activa, lo que disminuye la renta de los trabajadores excedentes y su capacidad de gasto.
La solución, se dirá consiste en exportar, pero todo aquel que produzca lo que sea intentará automatizar y robotizar su proceso productivo para ganar competitividad. En otras circunstancias se entraría en una guerra de divisas, pero, tomando como base el 2025, pienso que en dicho año esas luchas monetarias ya habrán quedado resueltas, por lo que en lo que debemos pensar, pienso, es en asegurar el sustento de esa parte de la población que dejará de ser necesaria o que lo será de una forma muy marginal y puntual.
En épocas pasadas las guerras servían para resolver cuestiones como esta y las revoluciones canalizaban temporalmente el descontento social; partiendo de que hoy una guerra es impensable y que las revoluciones no están de moda, salidas tipo la renta básica parecen las más viables, eso y elevadísimas dosis de conformismo. Y poco más.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

No hay comentarios :

Publicar un comentario

m