lunes, 19 de enero de 2015

Deseos (no inconfesables)

Deseos (no inconfesables)

En los últimos seis meses se ha instalado en España una dinámica que la inmensa mayoría de políticos y muchísimos expertos comparten y promueven: ‘la crisis ya está remitiendo’. Prácticamente nadie dice lo que dijo el Sr. Presidente del Gobierno, eso de que ‘la crisis es historia’, pero si lo dicho: ‘lo peor ha pasado y ya vamos a mejor’. Pienso que no es así.
La base que toman quienes así piensan tiene dos pilares: el creciente consumo y la reducción del desempleo. Pero yo pienso que se deja de lado algo fundamental: el deseo insoportable de la ciudadanía de querer creer que ahora sí ‘la cosa va en serio’.
Cuando ‘los brotes verdes’ y ‘los destellos’ la ciudadanía no lo veía claro porque miraba a su alrededor y no percibía nada, sólo un color obscuro. Sí, la ciudadanía exclamaba: ‘¡Ojalá!’ pero a continuación volvía a la realidad. Estábamos en el 2010, en el 2012, pero ahora esa ciudadanía está cansada, muy cansada; la ciudadanía está cansada de renuncias constantes, de que nada recuerde ya, de que todo recuerde cada vez menos, a cuando ‘España iba bien’. Y la ciudadanía ha dado un paso al frente: ‘Ya estamos cansados de estar cansados. Deseamos creer que ahora sí porque necesitamos creerlo’. Y la mayoría de los políticos y bastantes expertos han dicho: ¡¡¡¡Claro!!!!. Y han empezado a sacar datos de ordenadores y tablets para confirmarlo, y la ciudadanía se ha puesto a consumir, y el Gobierno ha ondeado la bandera de la reducción del número de parados registrados. Pero, de verdad, de verdad, ¿qué ha cambiado respecto a seis meses atrás?. Pocas cosas, y la mayoría de esas pocas cosas han cambiado a peor.
La renta disponible media está estancada y el salario de la menguante clase media se halla también estancado; se están trabajando horas que no son remuneradas; se emplea a más personas pero cae el número de horas trabajadas; el número de ‘autónomos’ –autoempleados– se dispara; la ocupación a tiempo parcial –involuntaria– no cesa de aumentar; y todo ello sin olvidar que la tasa de actividad española es una de las más reducidas de Europa y que un montón de jóvenes, o se han ido de España o están considerando irse porque aquí no tienen cabida. Tras Grecia España tiene las tasas de paro total y juvenil más elevadas de Europa; el subempleo afecta a uno de cada diez ocupados; uno de cada cuatro españoles es pobre y lo es uno de cada tres niños. Y como colofón España está barata y en venta: ‘hay interés por España’, se dice. Y porque la ciudadanía desea querer creer que ahora sí y desahorra para consumir, los políticos y bastantes expertos aplauden. ¿Pero de qué demonios puede España estar satisfecha?. ¿De qué?
Está empezando a instalarse una especie de consigna: ‘decir que las cosas no van bien es malo’. De algún modo recuerda aquella similitud entre crítica y quintacolumnismo producida en las retaguardias de las guerras. Pero lo cierto es que las cosas no están bien, y sobre todo para España peor, pienso, se van a poner. ¿El motivo?: su dependencia.
La economía española pinta muy poco a nivel europeo (excepto para hacer daño: eso sí puede hacerlo) y casi nada a nivel mundial. ‘La recuperación’ española se está sustentando, al margen de en el deseo de la ciudadanía ya apuntado en unas exportaciones, la mayoría de medio y bajo valor, que ya han agotado su recorrido y que dependen de que los demás compren a España, unos ‘demás’ que cada vez están teniendo más problemas, y unas exportaciones que se ven compensadas por las crecientes importaciones, porque, ¿saben?, la mayoría de españoles prefieren tener un Golf que un Ibiza. También se está sustentando en un turismo que bate récord tras récord en cuanto a turistas entrados, pero no en el valor real del gasto diario que realiza cada uno de esos turistas. Y recubriéndolo todo una deuda pública que no cesa de aumentar y una deuda privada que no sé si toda persona endeudada es consciente que tendrá que devolver.
Lo único cierto, pienso, es que la sociedad se está escindiendo y la generación de PIB se está segmentando; y que esa inmensa mayoría de políticos y esos bastantes expertos que corean el ‘ahora sí’ que murmura esa ciudadanía deseosa de querer creer que ahora sí, no están atendiendo la problemática del Sr. Juan Español, ni, pienso, están calibrando los efectos que en el Sr. Juan Español tendrán las medidas que se van a ir tomando en los próximos meses en Bruselas, en Frankfort, y sobre las que poco aquí se puede incidir.
Yo continúo diciendo lo mismo: el planeta está funcionando a base de anfetas y las anfetas nunca han curado nada, y menos un cáncer; a la que la dosis de anfetas se reduzca o desaparezca porque el organismo ya no admita más o porque se vea que ya no es sostenible seguir por ese camino, adiós: recuerden los planes E.
Por ello sigo con las sugerencias de hace unos días: si no se las perdonan o reducen, en la medida de sus posibles, reduzcan sus deudas o mejor aún: cancélenlas; ahorren lo que puedan, no sólo porque las pensiones tal y como las conocemos, pienso, tienen los años contados y porque siempre hay que tener una reserva para imprevistos, sino porque el ahorro de hoy será la inversión de mañana (recuerden: cuando España fue bien, de cada 100 € de los créditos que la banca concedió, 55 € vinieron de fuera: aquí no había bastante pasta: el 55%); y antes de consumir algo, lo que sea, pregúntense tres veces si lo necesitan. ¡Ah!, y no deseen un Ferrari, ni aún en el hipotético caso de que pudieran pagarlo, sin antes entérense cuanto cuesta su mantenimiento anual. Y sobre todo, analicen todo lo que oigan, lean y les digan, todo; Uds. son bastante más listos de lo listos que les dicen que son quienes les dicen que son listos.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

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