jueves, 22 de mayo de 2014

Concentración de la riqueza – y 4

Para concluir el análisis efectuado a lo largo de estos días sobre la concentración de la riqueza, un gráfico extraído de una encuesta realizada por Oxfam a la población de varios países sobre la relación existente entre poder y riqueza. Concretamente el gráfico recoge la opinión que merece la afirmación: “Los ricos tienen demasiada influencia en el rumbo de este país”


También en este caso pocos comentarios caben ante la imagen: en ninguno de los países analizados la suma de las opciones ‘Completamente de acuerdo’ y ‘De acuerdo’ se halla por debajo del 60%, y significativo es el caso de España que llega casi al 80%.
Juntando todo lo que llevamos visto a lo largo de estos días podemos extraer una serie de conclusiones. Una: los ricos, entendidos como los ostentadores de la propiedad de capacidad económica llevan décadas aumentando su peso específico. Otra: las escalas sociales más bajas tienen un decreciente peso económico. Otra más: la desigualdad de renta crece, el poder económico se concentra, el papel desempeñado por la política retrocede.
Pienso que entre las múltiples causas que explican tal evolución destacan dos: el aumento creciente de la importancia del capital en cualquiera de sus formas –tecnología, conocimiento, innovación, organización, … –, y el retroceso imparable de la importancia del factor trabajo de forma que tan sólo ‘algunas formas de trabajo’ son hoy verdaderamente necesarias e imprescindibles.
La primera de las razones expuestas supone que cada vez es más necesaria la concentración de recursos económico-financieros para financiar operaciones que posibiliten el descubrimiento y la aplicación de técnicas y procesos que aumenten la productividad de los insumos que intervienen en la generación de PIB, lo que progresivamente va cerrando el abanico de participes y aumentando su poder económico y, como consecuencia, social y político. La evolución de esta situación, pienso, será una creciente concentración de la riqueza en menos manos (y aquí poco importa que se trate de personas físicas o jurídicas porque detrás de cada una de ellas pueden haber otras de ambos tipos).
La segunda de las razones tiene varias consecuencias. La más evidente es la aparición de un muy elevado subempleo estructural cíclico y discontinuo, un subdesempleo, una situación de la que muchos partícipes irán entrando y saliendo según sea necesitada con mayor o menor intensidad horas de factor trabajo fácilmente intercambiables. Lo anterior supone, evidentemente –segunda consecuencia– la subremuneración de este colectivo por lo que su peso económico (y social, y político) será decreciente, y lo será porque sus integrantes serán cada vez menos necesarios. Pero como la oferta de trabajo no se reducirá, tercera consecuencia, la competencia entre los integrantes de esta ¿clase? por la escasa demanda de trabajo existente irá en aumento. La evolución de tal situación apunta hacia el empobrecimiento y el consumo de bienes de reducido valor añadido elaborados a un muy reducido coste gracias a una cada vez más sofisticada tecnología. Una situación que no será compensada por un modelo de protección social en franco retroceso.
Descartada la opción de un cambio de tendencia debido a que la tecnología será crecientemente más necesaria para obtener unos recursos que serán cada vez más escasos, y descartada la posibilidad de una revolución social al estilo de las habidas en el siglo XIX debido a las absolutamente diferentes circunstancias que entonces se dieron y las que ahora se dan ahora, tan sólo cabe la adaptabilidad a la escasez.
Se ha asimilado la evolución de la actual situación hacia un entorno semejante al que se dio en las Edades Medias, pienso que ambas situaciones son diferentes. Entonces, en una atmósfera de nulos avances tecnológicos que lograsen aumentos de productividad, el factor trabajo, aunque adoptando una figura de servidumbre, era imprescindible: el factor trabajo como algo aportado por las personas; sin embargo esa circunstancia hoy no se da.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

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