martes, 17 de septiembre de 2013

IPC pero no sólo

Ahora toca reflexionar sobre el IPC porque lenta, pero imparablemente, está desapareciendo del escenario económico: ya no influye en la fijación ni actualización de los salarios, dentro de dos días desaparecerá de la actualización de las pensiones, dentro de tres dejará de influir en los contratos públicos, y dentro de cuatro quedará reducido a estudios teóricos de gabinete. Tal desaparición habrá vuelto a hacer buena aquella idea de que lo mejor para que algo desaparezca es que no se haga mención de ello.

Qué cierto es que las cosas siempre acaban evolucionando por el lado más fácil para quien tiene el poder efectivo. Cuando España se incorporó al euro unos cuentos -poquísimos- dijimos que la economía española no estaba preparada para una integración total en la moneda única porque su productividad era bajísima; eso se puso de manifiesto por el aumento tan espectacular de precios que el euro trajo a España, y la causa era la dicha: con una productividad de los factores productivos patética no había forma de aquilatar los precios. Luego vino el ‘España va bien’ y ya nadie volvió a hablar del tema porque hubo dinero fácil para todos.

Todo acaba regresando. Después de Mayo del 2010 y una vez visto que los planes E no arreglaban nada, el problema volvió a ponerse sobre la mesa: España no es competitiva porque tiene un diferencial de inflación, lo cual era cierto, pero el razonamiento acabó ahí. Durante un par de años algunas voces dijeron que la solución era salir del euro para así poder devaluar (¿se han dado cuenta que ya nadie dice eso?. Es feo, demagógico, de mala educación para quienes están en el euro, y supone poner los pies encima de la mesa de quien te ha invitado a tomar café; al margen de que fuera hace mucho frío y nadie te dice ni buenos días).
El razonamiento acabó ahí y nadie dijo ni palabra sobre aumentar la productividad porque se llegó a la conclusión de que era imposible, y a pesar de ello la productividad creció. Es imposible que la productividad ‘buena’ aumente en España porque para eso la inversión tendría que dispararse y la estructura del PIB lo impide al ser en su mayoría de bajo valor; la vía para que aumente es la reducción de plantillas por parte de empresas y entes públicos, y a eso se pusieron.

La productividad ha aumentado en España a medida que lo hacía el paro, pero no ha sido suficiente porque los costes de producción no lo han ido en consonancia; además y a pesar de la caída del consumo, la inflación ha continuado siendo significativa, lo que ha incidido negativamente en la competitividad.
Vale, muy bien; pues si España no puede aumentar su productividad lo suficiente para ser algo competitiva en las exportaciones de lo que exporte y para atraer turismo ni siquiera disparando el desempleo, lo será reduciendo los precios por la vía de reducir costes relacionados con la población aunque ello suponga empobrecer a la mayoría de esa población. Esos costes: salarios, pensiones, servicios sociales, … , manteniendo o incrementando la presión fiscal a fin de compensar la caída de recaudación y así poder seguir pagando los intereses de la deuda a los tenedores de tal deuda (hoy, respecto a la deuda española, bancos mayoritariamente).

La desaparición del IPC de la vida diaria (verán que cada vez se va hablando menos de él) va a tener consecuencias. Las rentas del trabajo en España (incluyo en ellas a pensiones y subsidios) tenían garantizada su revalorización a través de la aplicación del IPC, si ello deja de ser así está cantado el empeoramiento de tales rentas, máxime en una atmósfera de caída de la demanda de trabajo y de unos déficits públicos que no inflexan a pesar del compromiso de reducción firmado con la UE, lo que augura nuevos recortes y subidas de impuestos lo que aún degradará más las rentas del trabajo y el estándar de vida a medida que el poder de negociación de los trabajadores vaya cayendo al irse convirtiendo aceleradamente prácticamente cualquier trabajo en una commodity independientemente del nivel de formación de la persona.
Ante este panorama, en España, las opciones son, pienso, sólo tres. O el conjunto de España se va empobreciendo y miserizando cada vez más en la onda que Portugal y Grecia han inaugurado pero pagando religiosamente lo que deben; o se potencian aquellas zonas -no ya regiones- con posibilidades ciertas de crecimiento y mejora con la esperanza que estas tiren del resto; o se produce una drástica reducción de la población activa hasta alcanzar el equilibrio entre demanda y oferta de trabajo y, evidentemente, manteniéndolo y ajustándolo periódicamente.

España es lo que es y puede hacer lo que puede hacer, el problema es que eso da para lo que da. Durante el ‘España va bien’ contaron otra cosa y se creyó porque era bonito, pero las cosas siempre acaban siendo como en realidad son, y con crecimientos del 0,algo que son las tasas que vienen ahora para quedarse durante muchos, muchos años, España vive muy mal. Cuanto antes salga este debate a la calle, mejor.

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

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