viernes, 10 de febrero de 2012

Reforma Laboral (Más)

Empecemos con lo que dijimos ayer. Estaba charlando con un amigo cuando le entró un twit, este: “Un amigo en paro fue ayer a una entrevista para empresa de nueva creación. Le ofrecieron trabajo... sin remunerar hasta que haya beneficios”.

Cosas como estas no las va a revertir la Reforma Laboral porque no dependen de que la legislación sea una u otra. El modelo productivo español no puede absorber la población que va incorporándose al mercado de trabajo ni es capaz de ocupar a los desempleados que ya figuran en las listas del paro, porque, pura y simplemente no los necesita debido a que el español es un modelo intensivo en factor trabajo y ahora la actividad que necesitaría ese trabajo es muy escasa, y eso no lo cambia una legislación: ninguna legislación.

En España hay menos personas con edades comprendidas entre 16 y 65 años que manifiestan que desean trabajar de las que hay en otros países, si no la tasa de desempleo sería más elevada, pero distintos expertos apuntan a que esa cifra aún descenderá más debido al desánimo que supone no encontrar un empleo. Y también algún inmigrante regresará a sus países de origen. Y habrá nacionales e inmigrantes que pasen a la economía sumergida.

¿Por qué se exigen desde Europa reformas laborales?, pues porque así las empresas pueden reducir sus costes -laborales- y, en teoría, aumentar su capacidad de exportación y obtener unos beneficios que aquí no obtendrían con lo que la recaudación fiscal puede llegar no decaer tanto. Hay otro motivo: menoscabo de las garantías laborales fuerzan a aceptar condiciones más precarias: el desempleo puede no crecer tanto como en la situación previa a la reforma con lo que se obtiene un maquillaje estadístico. Y otro más: mayor facilidad y baratura en el despido.

Pero continuará existiendo una enorme carga de hipocresía. La reforma no hará que la demanda de trabajo aumente, pero con la reforma la tasa de desempleo puede que se reduzca: desplazando a trabajadores desempleados hacia la economía sumergida aunque, como tal, se mantenga la población activa. Perfectamente España puede llegar a los seis millones de desempleados, y superar esa cifra: a medida que las necesidades de factor trabajo vayan menguando como consecuencia de la progresiva caída de la actividad, pero parte de esa población desempleada no estará parada, sobre todo si ya ha agotado la percepción por desempleo: parte de esa población desempleada engrosará la economía sumergida: ahí radica la hipocresía.

El Estado, el Gobierno, las autoridades, no pueden oficialmente contemplar la economía sumergida porque supondría que están aceptando una ilegalidad, pero pueden verla con los ojos entornados. En todos los países, en todas las economías el paro va a aumentar, mucho, muchísimo, porque la forma de crecer que teníamos ha colapsado: la financiación a crédito del consumo-de-todo; porque cada vez se va a necesitar menos factor trabajo para hacer lo que sea necesario: aumento continuado de la productividad; porque las cosas a hacer van a ser menos: las necesarias.

El empleo reglado, el del contrato indefinido a razón de ocho horas diarias, veintidós días al mes y con treinta días de vacaciones es un modelo a extinguir porque ya no es necesario: de ahí va a salir el desempleo que va a ir nutriendo la población parada (los temporales ya están descontados). La alternativa a la inactividad total es lo que hasta ahora se ha denominado el subempleo en condiciones precarias y subremunerado, de momento en la economía sumergida, si.

Retorciendo la idea del exministro Valeriano Gómez: ¿es mejor un trabajador en negro que un trabajador desempleado?. La economía sumergida no se persigue hasta sus últimas consecuencias porque un trabajador sumergido es alguien que ingresa algo que puede complementar un subsidio a todas luces insuficiente, y, además, quien le contrata obtiene un diferencial de competitividad.

La reforma no va a aumentar las cifras de empleo porque las necesidades de factor trabajo son las que son y lo son en las condiciones que lo son. Y esas condiciones indican un camino del que en USA saben mucho desde la Era Reagan aunque ahora también allí esas condiciones estén empeorando: los working poor: personas con empleo y salario, con papeles y licencias, que son pobres porque sus remuneraciones son insuficientes para no serlo.

Suponiendo que la definición de ‘desempleado’ no sea modificada a fin de que el número de parados se reduzca, dando por supuesto que la población activa no va a crecer (cosa que debería hacer a fin de compensar en las familias a quienes se van quedando en paro), asumiendo que no va a haber una persecución de la economía sumergida a sangre y fuego porque ocupa gente, la reforma puede hacer que la tasa de desempleo se reduzca mirando ex-clu-si-va-men-te el porcentaje, lo que, evidentemente, será vendido como un logro político.

Alrededor coexistirá un conjunto de trabajadores ocupados en la economía negra, sin garantías contractuales, subremunerados, ocupados según necesidad de quienes les contrate, y con la precariedad como bandera. Nadie hablará de eso porque será taboo, pero todos sabrán de su inevitable existencia. La alternativa son siete millones, o más, de trabajadores en paro absoluto, algo que nadie quiere por lo que significa. Pero por favor, que nadie diga que la reforma va a crear empleo neto de calidad porque de entrada, para eso, España debe crecer al 2,0% y es una absoluta incógnita cuando podrá España volver a crecer a tal ritmo.

Mientras, lo que queda es el twit de mi amigo:

“Un amigo en paro fue ayer a una entrevista para empresa de nueva creación. Le ofrecieron trabajo… sin remunerar hasta que haya beneficios”.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

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