martes, 28 de febrero de 2012

Más allá

Me preguntan: ‘¿Hacia dónde vamos?’. La pregunta supone dos cosas: 1) que ya se tiene bastante claro en qué lugar se está, y 2) que no se ve el lugar hacia el que nos dirigimos. ¿Hacia dónde vamos?.

Durante seis décadas el camino era diáfano: siempre más y siempre hacia arriba. Primero se consiguió a base de pleno empleo y de salarios crecientes, luego con endeudamiento: cada vez mayor, y funcionó … hasta que quedó claro que la disponibilidad de recursos no es infinita y que el endeudamiento no puede crecer indefinidamente. Aquí estamos ahora: pensando cómo manejarnos en una situación absolutamente nueva, para la que no hay recetas y sabiendo que las herramientas que antes funcionaron para crecer ahora son pura chatarra de calidad cero.

Pienso que nos dirigimos -ya hemos llegado, pero aún se está abriendo la puerta- hacia un lugar en el que ‘más’ perderá todo el sentido y lo cobrará ‘necesario’; un lugar en el que desperdiciar será pecado mortal y en el que se optimizará, siempre, el uso de todo; un lugar en el que ‘productividad’ tendrá muchísimo más sentido que ‘producción’; un lugar donde la consecución de la eficiencia sea un fin a fin de poder moverse en un mundo de escasez. Y eso es totalmente nuevo, es otro modelo, ya: el que ya está sustituyendo al que aún se quiere creer que es el nuestro pero que se está llevando por delante el huracán de la crisis sistémica en la que estamos inmersos.

Piénsenlo. El acuerdo a 25 -los otros dos no han firmado pero van a ser más estrictos que los que lo hicieron- para limitar el déficit estructural al 0,5%. Por un momento viajen a los años 60 e imaginen que le cuentan ese pacto al presidente de la República Francesa, al general Charles De Gaulle, el alarido que hubiese dado habría llegado hasta La Madeleine, sin embargo el actual presidente de la República se colocó el primero en la cola de los firmantes. Esa norma liquida el concepto de soberanía, ya no digamos el globo sonda para instalar -hoy- en Grecia a un comisario que fiscalizase los gastos griegos: ¿hay alguna diferencia entre eso y como operaba la URSS respecto a los miembros del COMECON?.

Pienso que vamos hacia un modelo imperial, regulado, intervenido. En el que los Estados pierdan peso, soberanía, poder de decisión y queden convertidos en meros gestores de normas y decisiones tomadas por consenso y emanadas de estudios elaborados por las grandes corporaciones que conocerán la realidad del planeta y que apuntarán a un bien común, imprescindible, para todos. Consideren el petróleo: bien cada vez más escaso, imprescindible, insustituible en infinidad de procesos, necesario en mil y un aspecto para todo el planeta, y que es en su mayoría es administrado por doce compañías; pero sigan por el resto de commodities esenciales, o por fabricados que casi, casi, hoy son recursos básicos: un antibiótico, por ejemplo.

Vamos, pienso, hacia un entorno regulado, estrictamente monitorizado en el que se fabricará lo necesario utilizando la cantidad de recursos imprescindibles de forma óptima y con la tecnología adecuada, y ya: aquí tenemos un problema del que no se habla: qué hacer con la población activa que ya es excedentaria. El PIB, sigo pensando, no va a seguir creciendo del modo como crecía antes de ‘esta recesión’; tras la crisis el PIB, cómo PIB o como déficit, habrá descendido, ¿un 25%?, ¿un 30%?, y no recuperará ese porcentaje en ‘un par de años’: se quedará ahí o aún descenderá un poco más hasta alcanzar su nivel óptimo porque las herramientas no serán las que fueron sino las que ya están viniendo: eficiencia, productividad.

¿Seremos más pobres?, según los actuales parámetros el PIB pc y la Renta Personal Disponible serán más bajas, sí (cierto: las de algunas personas serán más elevadas porque serán imprescindibles: ¿no será lógico que quienes estén diseñando la nueva fuente energética tengan acceso a más bienes y servicios o a bienes y servicios de máyor valor?). Pero lo cierto es que se dispondrá de menos porque menos habrá.

Y todo bastante controlado, claro; pero de ahí ya estamos muy cerca: si mañana llegan a Londres, se alojan en un hotel, se levantan a las 7:00 am, salen y callejean todo el día utilizando el Tube, se toman algo a la 1:00 pm, compran un par de cosas, el tea a media tarde, van a un teatro y regresan a su hotel a las 11:00 pm, su imagen habrá sido registrada por 400 cámaras y sus pagos con tarjeta habrán sido recogidos por el sistema financiero; es decir, pasado mañana sería posible reconstruir casi al minuto su recorrido por Londres del día anterior, más aún si a lo largo del día han efectuado y recibido varias llamadas telefónicas y si hay enviado un par de mails. ¿Pérdida de privacidad e intimidad?, sí, pero en vez de en una persona piensen en unos filetes de bacalao preparados en Islandia y vendidos en una tienda de Sydney: la trazabilidad aporta una información que optimiza procedimientos y eficientiza gastos.

Pienso que el nuevo modelo va a ser muy diferente al vivido, como muy diferente ha sido el modelo vivido a su anterior. Lo de que si es mejor o peor lo dejamos para otro día.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

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