miércoles, 23 de noviembre de 2011

‘La globalización de la protesta’

Tomo prestado el título de hoy de un texto que el Dr. Joseph Stiglitz publicó en El País del 06.11.2011 en sus Págs. 26 y 27. Sugerencia al cuadrado: léanlo: es un texto que sirve como pocos para poner en contexto lo que sucede y lo que, pienso, va a seguir sucediendo.

En él se leen cosas como “Y la protesta social halló en todas partes terreno fértil: hay una sensación de que el “sistema” fracasó, sumada a la convicción de que, incluso en una democracia, el proceso electoral no resuelve las cosas, o por lo menos, no las resuelve si no hay de por medio una fuerte presión en las calles”; como “(En USA) el 1% de la población controla más del 40% de la riqueza y recibe más del 20% de los ingresos”; y como “En un nivel básico, los manifestantes actuales piden muy poco: oportunidades para emplear sus habilidades, el derecho a un trabajo decente a cambio de un salario decente, una economía y una sociedad más justas”.

Las esperanzas de estos movimientos de protesta que como el mismo Premio Nobel dice son “evolucionarias, no revolucionarias” nacen cuando las cosas van mal no cuando ‘van bien’; cierto: en 1999, en Seattle y luego en otras cumbres hubieron protestas, pero eran activas, con un programa reivindicativo claro y orientados a resolver la miseria de los pobres, pero los actuales han nacido cuando el mundo ya iba mal, cuando estaba claro que no iba a ir mejor, y con unos planteamientos mucho más abiertos y generales. Aquellos, pienso, buscaban un posible, estos buscan un irrealizable.

El planeta, su economía, pienso, no va a ir a más, al contrario: va a menos. Por un lado, los recursos de que se disponen son escasos por lo que la optimización en su uso va a ser la regla; por otro, desde una perspectiva productiva y de reposición cada vez está haciendo falta menos factor trabajo; por otro más, el consumo masificado está decreciendo debido a que la capacidad de endeudamiento está agotada y las capacidades de nuevas financiaciones son imposibles por los problemas del sistema financiero y por el estado de sus entidades.

Pienso que el mañana apunta a una dicotomía económica y social, a un perfil en geometría variable (se está empezando a hablar de eso, ya) poblado de insiders y outsiders en el que en un entorno postglobal unas pocas personas sean totalmente necesarias (imprescindibles, no: nadie lo es), otras lo sean parcialmente, y otras no lo sean en absoluto; en la línea de lo ya apuntado por Jeremy Rifkin de que en algún momento del siglo XXI para generar el 100% del PIB mundial tan sólo será preciso el 5% de la población del planeta: hoy serían 350 millones de personas de los 7.000 millones que habitan el globo.

Lo que plantea el Prof. Stiglitz es, pienso, la sublimación de nuestro modelo y la quintaesencia del deseo que mueve las protestas actuales, pero pienso que algo así, no es conseguible porque no es físicamente posible, ni es evolutivamente accesible porque la dinámica histórica no apunta en esa dirección.

Para ir por esa línea debería producirse una revolución popular planetaria en el que una población, consciente de su devenir en el que no tiene nada que perder, fuese a las barricadas con un absoluto desprecio de su vida individual y pensando en un bien colectivo, dispuesta a morir matando y movida por el objetivo de arrasar con todo lo establecido a fin de empezar de nuevo desde donde se colocase entonces el cero. Pero ni las cosas van hoy por ahí ni las revoluciones al viejo estilo están hoy de moda. ¿No creen?.

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.

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