jueves, 20 de enero de 2011

¿CUÁNTA GENTE COMÍA CARNE EN ESPAÑA HACE 75 AÑOS?

Hace unos días me escribió un lector en un mail:

“Ud. dice algo obvio: que la gente trabaje menos (en realidad debería ser ‘que menos gente trabaje menos’ o ‘que muchísima gente trabaje menos’), el problema es que a no ser que su productividad fuese megaestratosférica, su remuneración descendería y con ello el consumo y el ahorro. El reparto del tiempo de trabajo se ensayó en Francia en los 90 y no funcionó: la productividad disminuye: es mejor muchísima menos población ocupada, con acceso al capital que haga falta, trabajando el tiempo que haga falta y pagándole lo que haga falta; lo que sucede es que eso es de otro modelo, no del nuestro, de ahí esta crisis sistémica.

Es que la productividad de la gente puede ser megaestratosferica. Una pequeña reflexión, mire este robot cuya patente está a punto de expirar: (el robot está trabajando en modo seguro = en modo lento, para que la cámara lo pueda ver). Es un robot muy barato de construir, cuatro varas y motores, muelles, los materiales pueden salir por 10euros/unidad. Fue una idea feliz (pero brillante) y al que se le ocurrió exigía miles de euros por patentes/unidad.

Los robots que hace unos años costaban millones de euros han pasado a costar miles, y costarán cientos, luego estarán al alcance de cualquiera. Mi pregunta es: ¿realmente es necesario que una persona esté todo el día empaquetando chocolates cuando puedes decirle al ordenador-robot que lo haga por tí?

Otra pregunta: ¿realmente necesitamos una gran empresa para hacer nuestros chocolates, si nos ahorramos con ello 2 céntimos por chocolate, pero de mucha peor calidad. Cuando los únicos que pueden disponer de automatización son las grandes empresas que necesitan grandes inversiones tiene sentido, cuando los chocolates te los puede hacer in situ la tienda de la esquina y sabes que la materia prima es mucho mejor es otra cosa.

La industrialización eliminó al artesano, aquello que hacía una persona podía ser automatizado por grandes monstruos centralizados, monopolio de aquellos que disponían del capital suficiente, un artesano a mano no podía competir con los precios de la gran máquina. Pero la gran máquina tenía sus defectos también, la gente antes iba al sastre y le hacían un traje a medida, ahora tenía que conformarse con la rigidez de la máquina que sólo fabrica modelos prefabricados y tú te ajustas a la máquina(tallas X, XL...).

Pero la automatización ahora también está actuando en sentido inverso, está democratizándose la fabricación. Una máquina que hace 10 años envasaba30.000unidades/hora ahora envasa 300.000, con picos de 600.000 si se requiere. En capacidad, la automatización sobra, ya no se fabrican grandes series, no merece la pena. El “just in time” es sólo el primer paso de la evolución que se está produciendo.

¿Merecía la pena comprar un alfiler de una fabrica que fabricaba miles frente al artesano que fabricaba docenas?

Ahora un fotógrafo puede hacer con un plotter un trabajo que requería enviarse a imprenta y hacer un mínimo de 50.000 unidades. ¿Merecerá la pena comprar una camisa por 6 euros confeccionada en una fábrica frente a una de 7 euros a medida, creada por alguien que conoces y te conoce? (conoce como vas a usar la camisa, lo más adecuado).

En fín, creo que es la muerte del obrero, como la industrialización supuso la muerte de los pueblos, pero a su vez el crecimiento de las ciudades. Que el obrero ya no sea necesario no significa que no surja otro tipo de trabajador que lo suplante. Como dice usted hay un cambio en el sistema, pero puede existir esperanza”.

Mi respuesta fue:

“Yo escribo muy coloquialmente, ya sabe, y sí, así es.

¿… mereció la pena ...?: ya no tiene sentido: es así porque es así, porque así fue lo que fue. Si hace tres siglos fueron 2, hace dos fueron 3, hace uno fue 4, hoy seguramente será 5.

¿ ... necesitamos ...?. Uno a uno no, pero si esa mega instalación no existiese puede que no tuviésemos chocolate, ni a dos cts. más caro ni a ningún precio: ¿cuánta gente y cuántas veces al año comía carne, o merluza en España hace 75 años?, poquísima y muy pocas veces. (La carne era de muchísima mejor calidad, eso es cierto). Hace 50 años, ¿cuántas personas podían hacerse una camisa o un traje e medida y con qué frecuencia?, cuatro privilegiados.

Pienso que no, que esta crisis será el fin del obrero tal y como lo hemos conocido: para que se acabe el ‘obrero’ aún falta; y se acabará, al igual que la Revolución Industrial supuso el fin del artesano: es la evolución. ¿Esperanza? Para quienes sean muy buenas/os profesionales, sí habrá”


(Le pedí a una amiga inglesa que reside en Barcelona y que iba a ir a su casa en Navidad que pulsase la opinión de la calle durante los días que allí estuviese. Su familia y amigos residen en la zona de Boston, en Lincolnshire. Bien pues lo que me ha dicho es muy interesante. Como ya saben el nivel de endeudamiento de las familias inglesas es más elevado que el de las españolas, por eso, y por como están las cosas y por cómo van a estar (en England prácticamente todo el mundo tiene claro que esto va a ser muy duro), la gente allí sabe que ‘va a vivir peor’, es decir, tienen clarísimo que van a poder consumir, de todo, mucho menos de lo que han estado consumiendo en estos pasados años.

Sin embargo, ¡sin embargo!, mi amiga me comentó que casi todo el mundo se siente aliviado; ¿por qué?. La dinámica vivida en estos años anteriores se percibe ahora como estresante. Abocada a un consumo creciente y a un endeudamiento al alza, la mayoría de la ciudadanía entró en una espiral-de-más que les llevaba a una situación de permanente ‘crédito-deuda-consumo-más crédito-más deuda-y así sucesivamente’, y ello dando por supuesto que sus empleos permanecían sólidos pero sus ingresos, salvo en muy concretos casos, creciendo muy por debajo del aumento que experimentaba su consumo.

Ahora han asumido que ese estándar de consumo ha finalizado, que tienen deudas que no todos saben si van a poder pagar, que el desempleo va a crecer dificultando aún más el pago de tales deudas; no obstante se sienten aliviados porque aquella dinámica ha acabado; en la inmensa mayoría de los casos forzada por las circunstancias, ya, pero el descanso llega por el lado del ‘se acabó’: ahora toca vivir de otro modo y hacer otras cosas.

Que yo sepa aquí aún no se ha adoptado, mayoritariamente, esa postura. Será porque, como en casi todo, siempre se va con retraso.

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

Lacartadelabolsa.com

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