viernes, 29 de octubre de 2010

Porque el Crédito seguira en cuentagotas

Si tal vez espera que cuando los indicadores confirmen que la economía ha dejado atrás el suelo volverán a darse más créditos, mucho nos tememos que esté equivocado. Las previsiones de las entidades españolas y de varios organismos internacionales apuntan a que los préstamos al sector privado se mantendrán, en el mejor de los casos, congelados.

El Banco de España considera que seguirá a la baja en los próximos meses. La misma opinión la comparten distintas casas de análisis. Nomura ha señalado que la financiación a empresas y familias podría reducirse entorno al 10 por ciento en los próximos cinco años.

Por ahora, tanto la demanda, las necesidades de crédito, como la oferta, lo que están dispuestos a conceder las entidades, ha bajado considerablemente por los efectos de la crisis. Pero la cuestión es saber si cuando se inicie la recuperación y con ella aumenten las peticiones de préstamos, el sector financiero será capaz de atender al nuevo volumen de financiación que se le reclama.

Los indicios son pesimistas, ¿por qué? Por diferentes factores que convergen en el mismo punto: bancos y cajas gestionarán unos recursos cada vez más escasos, lo que les llevará a restringir la concesión de nuevos préstamos.

Crecimiento pobre

Uno de estos motivos son las previsiones macroeconómicas sobre España. La mayoría de los servicios de estudio sólo esperan que el Producto Interior Bruto (PIB) crezca de forma muy modesta durante los próximos tres o cuatro años. Un porcentaje tan pequeño que no será suficiente para la creación de empleo.

El BCE ha observado que, aparte de que los nuevos créditos siguen deprimidos, se han endurecido los criterios de concesión. La institución admite que las medidas oficiales para garantizar la liquidez poco han influido en la banca, que se ha guiado más en las perspectivas económicas y en la situación concreta de las empresas.

Las previsiones sobre España deshacen las esperanzas de que la morosidad emprenda el camino de bajada, lo que anticipa que los bancos y las cajas de ahorros seguirán siendo muy cautelosos al establecer las condiciones de concesión de nuevos créditos.

Además, las provisiones, unos colchones de fondos que se deben apartar para hacer frente a posibles impagos, son ahora mayores tras las nuevas condiciones impuestas recientemente por el Banco de España. Desde este mes, las entidades, una vez que transcurra un año desde el inicio de los impagos de un préstamo, deberán reservar el 100% de su importe. Además, si antes tenían que establecer una provisión del 20% sobre el valor del inmueble adjudicado a cambio de deuda, ahora ese porcentaje sube hasta el 30%.

Menos fondos libres significa menos recursos para destinar a dar créditos, por lo que la circular del supervisor, cuyo impacto exacto en las cuentas está aún por ver, también empuja en la dirección de la restricción del crédito.

Relacionado con esto está la tenencia de inmuebles que han acabado en la cartera de las entidades financieras, a cambio de la deuda que muchos de sus clientes han sido incapaces de devolver. Bancos y cajas tienen prisa por deshacerse de esos activos, ya que les resulta más caro por consumo de recursos, pero al hacerlo, con descuentos que a veces llegan al 50 por ciento, se pueden ver forzados a reconocer pérdidas, lo que al final también incide en los fondos disponibles para créditos.

Estas operaciones, eso sí, generan hipotecas para los compradores de pisos, pero en nada ayudan, más bien todo lo contrario, a reestablecer el grifo del crédito a empresas, el sector privado más afectado por la sequía.

Pero aún hay más. El Banco Central Europeo (BCE) es consciente de que las medidas extraordinarias establecidas para contribuir a la normalización del sector, han provocado que las entidades acumulen un exceso de liquidez, por lo que ha insistido en varias ocasiones que se debe proceder a su retirada.

Adiós a la barra libre

Una de estas medidas son las subastas a corto plazo con un tipo de interés fijo, del 1 por ciento, en las que se atienden todas las peticiones. El exceso, respecto a sus necesidades ordinarias de liquidez se produce por el trading que realizan las entidades. Los bancos y cajas toman prestados fondos del BCE que deberán devolver con un 1 por ciento de interés.

Parte de esos recursos no son destinados a facilitar préstamos, sino a la compra de deuda pública, retribuida con un interés que supera en algunos casos el 4 por ciento. La diferencia entre este interés y el anterior constituye la ganancia del banco y también el recurso para poder ofrecer depósitos muy por encima de los tipos oficiales del euribor.

Esto es, con lo que gana acudiendo al BCE puede plantar cara en la guerra del pasivo y, o bien intentar arrebatar clientes a la competencia o bien defenderse para poder retenerlos. Con la eliminación de la barra libre de liquidez del BCE, los bancos ajustarán sus necesidades de fondos y sufrirán varios efectos.

Por un lado, deberán acudir a los mercados de capital, donde la financiación es más cara y discrimina entre entidades en función de su perfil de riesgo. Tras la publicación de los tests de estrés europeos, y el consiguiente retrato de las entidades españolas, el mercado se abrió, a precios razonables, para los de mayor tamaño, pero las entidades medianas y pequeñas aún tienen dificultades para acceder a la financiación mayorista.

Cuando el BCE ponga fin a las medidas de apoyo a la liquidez, si las condiciones del mercado no cambian de forma sustancial, esas entidades se verán condenadas a pagar tipos muy altos para obtener fondos prestados por otras vías. Y si los recursos se vuelven más caros, los créditos que se conceden también, lo que, de nuevo, marca una oscura perspectiva para que los préstamos lleguen a la sociedad en la cuantía demandada.

Otro cambio que incidirá en el sector es el regulatorio. Los acuerdos sobre Basilea III, que serán ratificados por el G-20 en noviembre, obligarán a las entidades a elevar sus ratios de solvencia y a cambiar la composición de los mismos. Aunque ha establecido un extenso calendario de adaptación, las entidades tienen una amplia tarea por delante, como por ejemplo, renovar todas sus emisiones de participaciones preferentes, cuyas características actuales han sido desechadas como componente de los ratios de capital.

Además, el cambio de cómputo, las mayores exigencias en varias partidas y, el efecto global de elevación de los ratios llevará, durante los próximos diez años, a que las entidades tengan que hacer un acopio de capital extra de más de 40.000 millones de euros, según las primeras estimaciones, lo que limita la capacidad de elevar su activo, es decir, sus créditos.

Las ayudas públicas

Menos margen de maniobra tendrán las entidades que han recibido ayudas del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) por dos motivos. El primero es que en los cinco años siguientes deberán devolver la cantidad recibida con intereses anuales crecientes, del 7,75 por ciento el primer año.

El segundo, es que se ven limitadas, en teoría, para realizar campañas comerciales agresivas, lo que reduce su campo de acción, entre otras cosas, para captar pasivo del público, la fuente de financiación interna para disponer de recursos con los que dar préstamos.

Aún hay que considerar el efecto que tendría una subida de tipos. El euribor parece haber tocado suelo, y se espera que a medida que la economía europea se recupere registre subidas. Uno de sus efectos es que, según explica el BCE, se produce una menor disposición de cuentas corrientes y depósitos de baja retribución, en busca de activos más rentables.

"A menos que las entidades puedan compensar la disminución de los depósitos con otras fuentes de financiación induce, en última instancia, a una reducción de los préstamos bancarios", señala la autoridad monetaria.

Esta reducción que anticipan algunos, o congelación, que prevén otros, no tendrá el mismo impacto entre hogares y empresas. Éstas últimas tienen todas las papeletas para sufrir con más intensidad la escasez de crédito. Este punto es el que tanto gobiernos como instituciones consideran más preocupante ya que, si una vez pasado lo peor de la crisis no se satisface el crecimiento de la demanda de préstamos por parte de las empresas, se corre el peligro de que se trunque la recuperación.

fuente: eleconomista

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